La figura del administrador de una empresa lleva implícito un nivel de responsabilidad que muchos empresarios no conocen en profundidad. No se trata solo de firmar decisiones o supervisar áreas clave: la ley establece obligaciones muy claras y, en caso de incumplimiento, puede exigirse responsabilidad civil e incluso patrimonial al administrador.
En teoría, la Ley de Sociedades de Capital define un marco bastante claro: el administrador debe actuar con diligencia, lealtad y en interés de la sociedad. En la práctica, los problemas aparecen cuando esa diligencia no queda documentada, cuando no se evalúan los riesgos o cuando se ignoran determinadas obligaciones contables, fiscales o mercantiles.
Entre los errores que más suelen costar dinero, reputación y tranquilidad a un administrador están no formular las cuentas anuales a tiempo, no exigir un adecuado control interno, mantener deudas sin plan de pago, ignorar alertas de insolvencia o firmar documentos sin revisar la información de fondo. Muchos de estos fallos no son intencionados: surgen por exceso de carga de trabajo, falta de asesoramiento o desconocimiento técnico.
La realidad es que un administrador puede responder civilmente con su propio patrimonio si se demuestra que no actuó con la diligencia debida. Las reclamaciones pueden venir de socios, acreedores, clientes o incluso de la propia sociedad. Y aunque no todas las situaciones acaban en reclamación, la tendencia actual es clara: cada vez hay menos tolerancia hacia la falta de rigor en la gestión.
El camino para reducir riesgos pasa por documentarlo todo, apoyarse en un asesoramiento especializado y mantener un control real sobre el cumplimiento fiscal, contable y laboral de la empresa. Revisar contratos, validar decisiones relevantes y entender el impacto financiero de cada movimiento son hábitos que protegen tanto a la empresa como al propio administrador.
En Afianza | Alfyr vemos a diario que una gestión preventiva evita problemas que después cuestan tiempo, dinero y litigios. Ser administrador exige visión, pero también rigor: una decisión bien asesorada hoy puede evitar una reclamación mañana.

